La septima daga

Siete fueron las creadas
siete fueron repartidas
seis fueron guardadas
y una...fue perdida

De la misma espada se forjaron las siete dagas de Oklenda: Lunia, la buscadora; Rania, la silenciosa; Epsila la vengadora; Dracnea la transparente; Maie la justiciera; Eisan la apaciguadora; y Naodia la unificadora. Creadas para los siete grandes reinos que consiquieron la paz en Valnor, nuestra tierra.
Siete fueron los jinetes que salieron del salon de la fragua, los mas rapidos, los mas valientes, los mas fuertes. Mas solo seis fueron entregadas Naodia nunca fue hallada, Oklenda la espada, no podria ser reconstruida, y sin ella la oscuridad volveria.

Y los siglos pasaron...



El olor a humo era penetrante. Densas columnas de negro hollin se escapaban a traves de las copas de aquellos arboles dando un aspecto extraño al viejo bosque. Summ, el carbonero, se afanaba en una docena de piras para que el carbón fuera lo suficiente mente duro, para que fuera aun fuerte y duradero, no en vano el tenia fama en toda la comarca. Desde los mas lejanos lugares venian a buscar un producto en el que el ponia todo su esfuerzo y pericia, como antes lo hizo su padre, y su abuelo, y el padre de su abuelo...Por que Summ venia de una gran estirpe de carboneros, noble oficio en aquellos frios terminos.

Sahdiel miraba por la ventana. Hacía una noche extramadamente clara. Las estrellas, especialmente Raria, lucian con un brillo incandescente, y Sahdiel sonreia.
Pronto le llegaria el momento de abandonar el reino de los vivos para incorporarse, igual que sus antepasados, al mismo cielo que ahora estaba contemplando, pero como sumo guardian de la empuñadura de Oklanda debia esperar, esa era su última mision, esperar. En algun lugar del mundo tenia que aparecer, no podia ser que se rompiera la cadena, aunque en su interior abrigaba la duda, la terrible duda, de que por fin apareciera.
La llama de Oncar .-Suprema sea entre las divinas-. languidecia, ya no podia faltar demasiado tiempo para que llamara a su presencia al renovador, pero, donde estaria.
Una voz llamo desde la puerta de la torre donde se encontraba, era la voz del renegado, la conocia bien, la misma que se escuchaba como un eco cada vez que el hablaba, la otra parte de si mismo, su alter ego, por eso decidio no contestar, el voluntariamente habia desterrado de si mismo toda intencion adversa a los intereses que el Alto Conclave le habia encomendado, mas no podia destruirla, como no podia destruirse a s i mismo, por eso le seguia como un perro fiel esperando morder la mano del amo.
Giro su vista otra vez hacia el cielo, esperando ver la señal que no se producia, y entonces ocurrió.
Como si la boveda terrestre se hubiera puesto de acuerdo, se alinearon doce estrellas formando un dibujo, una espada de luz que por un breve momento eclipso todo lo que la vista abarcaba, habia llegado el momento pero no habia quien ocupara su puesto, y el era ya demasiado viejo para seguir, bien es cierto que su poder era aun enorme pero su cuerpo estaba ya demasiado cansado.
Se dirigió hacia un rincon de la estancia, y abrió la puerta de un armario de donde sacó una caja de plata, la dejó en el escritorio y se dispuso a murmurar el encantamiento para que la caja pudiera desvelar su contenido.

Ahresmaj shita nime
Azrimenba nime
shita umdaur arcanime.

Al acabar de pronunciarlo, una luz dividió la caja y se abrió dejando a la vista siete figuras, siete alcones que se fueron agrandando hasta tomar el tamaño de un águila real, entonces abrieron los ojos...